Las apariencias desde luego que engañan. El aspecto físico, afectuoso y acogedor, de Doris Lessing, que acaba de fallecer a los 94 años, nada tenía que ver con la fuerza, el ímpetu, a veces, la ira que escondían algunas de sus obras. Una especie de rabia combativa animaba sus escritos, textos comprometidos con las mujeres, con el ser humano y sus dudas, con cuestiones muy concretas de África, con lo justo y contra lo injusto. La simpatía, cierta dulzura, aparecía, sin embargo, en los encuentros públicos a los que asistía la autora, donde siempre afablemente contestaba rotunda y radical a cualquier cuestión que se le hiciera.
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