martes, 29 de octubre de 2013

El maíz que evita la migración

María Tránsito es campesina y miembro de la organización Madre Tierra, que lucha para que las mujeres tengan derecho de propiedad y control sobre la tierra que trabajan. Así aseguran una fuente de ingresos que garantiza que no tengan que emigrar, en caso que sus maridos las abandonen.
 María Tránsito Peréz Ramírez cosechando maíz, es campesina de la comunidad La Lupita e integrante de la asociación Madre Tierra.
Como María Tránsito, muchas mujeres de su comunidad son ahora propietarias junto a sus maridos, y de esta manera tienen derecho a una parte de los beneficios y pueden decidir a qué las destinan. Las mujeres, además de hacer las tareas de casa y cuidar de sus hijos, apoyan en las tareas del campo y se ocupan de los animales de corral. Un trabajo que no es reconocido ni remunerado. Cuando no tienen la tierra a su nombre, las mujeres no pueden acceder a créditos para comprar herramientas o ni hacer mejoras para conseguir mayores ingresos. Es un círculo vicioso que las hace dependientes de sus esposos y vulnerables ante cualquier imprevisto. Si se quedan viudas o las abandonan, puede que no tengan otra opción que emigrar a la ciudad o a otros países.

En Guatemala, sólo el 8% de las mujeres son propietarias de tierras a pequeña escala. Además, en los últimos años, el Gobierno promueve que las tierras donde antes se plantaba maíz, frijol y otros alimentos de consumo básico, se destinen a la producción de palma africana y caña de azúcar, productos que se exportan para fabricar biocombustibles. Por eso acompañamos a los pequeños productores y productoras organizados alrededor de la campaña CRECE para pedir que se frene el acaparamiento de tierras destinadas a la exportación. También damos apoyo a la producción local de alimentos y a las  mujeres rurales para que se reconozca su aportación a la economía del país y puedan ejercer sus derechos. 

EL MAÍZ SE COME, LA PALMA AFRICANA, NO

En los años 80 medio millón de personas huyeron hacia México a causa del violento conflicto que vivía Guatemala. Los que regresaron luchan ahora por recuperar las tierras de sus antepasados, para los que el maíz ya era la principal fuente de alimentación y un producto sagrado ya que, según un mito maya, el ser humano fue hecho de maíz.

Desde hace varios años, el Gobierno guatemalteco promueve el cultivo de caña de azúcar y palma africana para la producción de biocombustibles, y las empresas acaparan cada vez más tierra que podría destinarse a la producción de maíz o frijol para alimentar a la población. Además de fumigar los campos y contaminar agua y tierra, este acaparamiento obliga a la población guatemalteca a comprar maíz industrial, a un precio más alto.

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