Una de las mayores mentiras en circulación es hacernos creer que los protagonistas del gran teatro del mundo son los políticos cuando, en realidad, son los dueños del dinero.
En el caso de Grecia esta tesis se verifica de modo llamativo por la ausencia de Wally, ese personaje de cómic a quien de niña buscaba en todas las páginas de sus libros con la certeza de que estaba, aunque no supiera dónde. Para mí el Wally del escenario contemporáneo es China. De un modo u otro, el Gigante Asiático tiene que ver con casi todo lo que hoy sucede en el mundo, particularmente si hay dinero de por medio.
En el teatro del absurdo donde parece abocar la gran tragedia griega, superando con creces el atrevimiento de Ionesco, a Tusk, Juncker, Draghi, Schäuble y Merkel se les atribuye el papel de actores principales cuando son simples títeres: un guiñol inteligentemente tramoyado por… ¿quién? Si gozáramos de buena información sabríamos descifrar el jeróglifico de siglas SGCC-FOSUN-COSCO, que nos resultarían tan familiares como los fantoches del Eurogrupo. Pero da la casualidad de que esas referencias se escriben también con caracteres chinos y Europa todavía no sabe –o no quiere saber- que está perdiendo liderazgo, incluso para gobernar su propia casa
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