"Billy el Niño apretó la pistola contra mi pecho mientras gritaba que me iba a matar, que en esa misma habitación habían matado a Julián Grimau y que él iba a hacer lo mismo conmigo. Yo me quedé quieto, con la boca bien cerrada y sintiendo la boca del cañón en las costillas. Gatilló. Oí el chasquido del disparo. La pistola no estaba cargada. Y vi el desconcierto –y algunas caras de alivio– entre los policías que había en la sala. Se le veía capaz de cumplir sus amenazas. Extrañamente, no me desmayé. Es más, aquella falsa ejecución me dio fuerzas para decirle que me tiraría de cabeza contra el radiador de hierro fundido que había cerca, así todo terminaría más rápido".
Seguir leyendo: eldiario.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario