El resultado de las elecciones presidenciales del domingo 24 de septiembre resultaba predecible: era difícil que un candidato a favor del pueblo se alzara con la victoria en un país dominado durante décadas por una derecha criolla que responde a los intereses de Estados Unidos, y con un ejercito formado y entrenado por Washington que dio un golpe de Estado en 2009 contra el presidente Manuel Zelaya.
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