Luis Hernández Navarro
Desde hace 22 meses Nestora
Salgado García habita en el infierno. Encerrada en el penal de máxima seguridad
Cefereso 4 Noroeste de Tepic, Nayarit, ocupa una pequeña celda destinada a los
delincuentes de alta peligrosidad que ella combatió. Pasa 23 horas en su celda
al día sin casi ver la luz del día y prácticamente incomunicada. Dispone de
apenas cinco o diez minutos para hablar por teléfono a veces.
Nestora necesita medicinas,
tratamiento médico y ejercicio diario. En 2004 vio de cerca la muerte en un
accidente de automóvil. Estuvo tres meses paralizada. Como secuela de ese
percance, padece una neuropatía cervical aguda y mueve las manos con
dificultad. Precisa atención médica adecuada y fármacos, pero no los recibe. Y,
en los raros casos en que la visitan doctores, no quieren tocarla. Requiere de
alimentación adecuada, pero la comida que le dan, con frecuencia echada a
perder, es una porquería. Durante los primeros seis meses de su encarcelamiento
sólo le permitieron beber agua de la llave.
La cárcel de Tepic es “el penal
del destierro”, le escribió a Nestora su compañero Marco Antonio Suástegui
Muñoz, vocero del Consejo de Ejidos y Comunidades Opositoras a la Presa La
Parota (Cecop), quien durante 10 meses vivió la pesadilla de estar encerrado
allí mismo. “Nos deja quemando cinta”, le dijo en la misiva.
La condición de la señora Salgado
García se ha agravado sensiblemente a raíz de la huelga de hambre que comenzó
el pasado 5 de mayo para protestar por su injusto encarcelamiento. Desde esa
fecha no prueba bocado. A sus hijas les dijo, según contó Paula Mónaco en este
diario: “Si es necesario morir, pues así será, porque estoy muerta en vida”.
Según su esposo, José Luis Ávila, a su mujer “se le agotó la paciencia”.
Es tan delicada su situación, que
el congresista de Estados Unidos Adam Smith y la senadora Patty Murray
consideran “inaceptable” que Nestora siga en prisión en un entorno que no
garantiza ni su vida ni su integridad. Recriminaron que la salud de la detenida
sigue deteriorándose sin que medie alguna acción del gobierno mexicano.
No obstante el peligro que corre,
a las autoridades mexicanas no parece importarles lo que suceda a la luchadora
social. Han hecho caso omiso del fallo de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos (CIDH) en el que se demanda al gobierno federal que le ofrezca
la atención médica necesaria. Apenas el pasado sábado, Roberto Campa,
subsecretario de Gobernación, aseguró que el estado de salud de la presa era
bueno.
A Nestora Salgado la encerraron
porque, como aseguró Marco Antonio Suástegui, “estaba haciendo justicia y
brindando seguridad a su pueblo, cosa que el gobierno actualmente no nos puede
brindar”. Ella fue elegida en asamblea comandanta de la Policía Ciudadana (PC)
de Olinalá. En los 10 meses que estuvo al frente de esta institución, la tasa
de criminalidad disminuyó 90 por ciento y no se produjo homicidio alguno.
La comandanta está presa acusada
por delitos que no cometió. Tanto así que el 31 de marzo de 2014 el magistrado
del primer tribunal unitario del vigésimo primer circuito, José Luis Arroyo
Alcántara, desechó las acusaciones por secuestro y delincuencia organizada,
pues, determinó que Salgado actuó conforme a las facultades de la Policía
Comunitaria reconocidas por la propia ley de Guerrero. Su éxito en el combate
contra los malosos fue tan grande, que el entonces gobernador Ángel Aguirre corrió
a tomarse una foto con ella y la puso de ejemplo de lo que había que hacer.
Calificó de “heroica” la lucha de los habitantes de Olinalá.
Sin embargo, poco tiempo duraron
los halagos gubernamentales. Nestora cometió el “error” de señalar al “lobo”.
Ella acostumbraba a decir que, “para empezar con la seguridad, tenemos que
limpiar el corral. Estamos en un corral y no sabemos quién es el lobo. Debemos
empezar por investigar quién es el lobo”. Y, cuando lo averiguó, no dudó en
denunciarlo.
Primero, divulgó las amenazas que
los socios de políticos corruptos hacían a los empresarios locales para que se
retiraran de la venta de materiales y mercancías, para monopolizar el mercado
local. Después publicó un comunicado de prensa en el que denunció la
implicación del alcalde y de otros funcionarios gubernamentales en el tráfico
de drogas. La afrenta resultó intolerable para los narcopolíticos. La
comandanta fue detenida y trasladada en un avión a una cárcel de máxima seguridad,
a 3 mil kilómetros de su pueblo.
Desde el primer momento de su
encierro, el proceso estuvo lleno de anormalidades. Su traslado al Cefereso no
fue producto de una orden judicial, sino de una solicitud ilegal a la autoridad
federal, hecha horas antes de la detención, por parte del secretario de
Seguridad Pública de Guerrero, Sergio Lara Montellanos. Para el traslado, ni
siquiera se le tomó parecer al juez.
La comandanta no es la única
policía comunitaria guerrerense injustamente presa por luchar contra la
inseguridad pública y el crimen organizado. Otros 12 miembros de la
Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias (CRAC-PC) están encarcelados,
varios en penales de alta seguridad, acusados de delitos como secuestro,
portación de armas de fuego de uso exclusivo del Ejército, terrorismo y
lesiones. A ninguno se le ha seguido el debido proceso.
Nestora Salgado García pudo haber
vivido sin problemas el sueño americano. En 1991, con 20 años de edad,
sin futuro en su tierra, emigró sin papeles a Estados Unidos. Trabajó
arduamente en el estado de Washington de recamarera, sirvienta, niñera y
mesera. Sin renunciar a ser mexicana, legalizó su situación migratoria y
adquirió la ciudadanía estadunidense. Pero decidió regresar a su pueblo, Olinalá,
y dirigir allí la lucha contra el crimen organizado y los narcopolíticos.
Por ello ha debido pagar un precio muy caro. Hoy su vida corre peligro.
Pd. El gobierno federal acordó
trasladar a la coordinadiora de la Policía Comunitaria de Olinalá a un centro
del fuero común. Ni en ese penal ni en ningún otro debe estar Nestora.
Fuente original: http://www.jornada.unam.mx/2015/05/19/opinion/017a2pol
Fuente original: http://www.jornada.unam.mx/2015/05/19/opinion/017a2pol
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