sábado, 5 de septiembre de 2015

Es hora de que Europa termine con la vergüenza de la crisis de las personas refugiadas

Un solemne minuto de silencio. En todo el mundo, es la respuesta tradicional cuando unas vidas quedan truncadas por la tragedia. Ha sido también la reacción habitual a las tragedias en Europa y frente a sus costas que han segado la vida de miles de refugiados y migrantes. No han muerto bajo las bombas en Siria, sino cuando hacían un terrorífico viaje en busca de seguridad y una vida mejor en Europa. Pero la magnitud de estas tragedias y su rápida sucesión exigen romper el silencio.
Mujer enferma de cáncer porta a su hijo en el puerto de Kos, esperando un barco que les lleve a Atenas  © Amnesty International (Photographer: Eliza Goroya)
Mujer enferma de cáncer porta a su hijo en el puerto de Kos, esperando un barco que les lleve a Atenas © Amnesty International (Photographer: Eliza Goroya)

Como tanta gente en todo el mundo, retrocedí espantada al ver que, en sólo dos días, tres nuevas tragedias se añadían a la lista creciente de episodios que han hecho que este año ya se hayan alcanzado cifras récord de migrantes y refugiados muertos prematuramente. Según el ACNUR, desde el 1 de enero de 2015 ya son 2.500 las personas que han perecido de camino a Europa.

El miércoles fueron localizados 52 cadáveres en el interior del casco de una embarcación que estaba a unas 30 millas náuticas de la costa de Libia.

El jueves, la policía de Austria descubrió los cadáveres de 71 personas, entre las que había niños, que estaban apelotonados en el interior de un camión abandonado en la cuneta de la autopista principal que une Budapest con Viena. La policía ha dicho a los medios de comunicación que se sospecha que los muertos eran de origen sirio y que murieron por asfixia.


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