Un solemne minuto de silencio. En todo el mundo, es la respuesta
tradicional cuando unas vidas quedan truncadas por la tragedia. Ha sido
también la reacción habitual a las tragedias en Europa y frente a sus
costas que han segado la vida de miles de refugiados y migrantes. No han
muerto bajo las bombas en Siria, sino cuando hacían un terrorífico
viaje en busca de seguridad y una vida mejor en Europa. Pero la magnitud
de estas tragedias y su rápida sucesión exigen romper el silencio.
Gauri van Gulik
- directora adjunta para Europa y Asia Central de Amnistía Internacional
Como tanta gente en todo el mundo, retrocedí espantada al ver que, en sólo dos días, tres nuevas tragedias se añadían a la lista creciente de episodios que han hecho que este año ya se hayan alcanzado cifras récord de migrantes y refugiados muertos prematuramente. Según el ACNUR, desde el 1 de enero de 2015 ya son 2.500 las personas que han perecido de camino a Europa.
El jueves, la policía de Austria descubrió los cadáveres de 71 personas, entre las que había niños, que estaban apelotonados en el interior de un camión abandonado en la cuneta de la autopista principal que une Budapest con Viena. La policía ha dicho a los medios de comunicación que se sospecha que los muertos eran de origen sirio y que murieron por asfixia.
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