viernes, 18 de octubre de 2013

“Presentar una candidatura presidencial de los nunca, los nadie, los sin dientes, los sin casa, es revolucionario”

 
La semana pasada estuvimos en la avenida Departamental en el límite entre las comunidades de Peñalolén y la Florida, en un lugar que durante el gobierno de la Unidad Popular fue el campamento de pobladores “Nueva Habana”. En un documental de la época todavía se puede ver a varios militantes del MIR en el campamento y a un grupo de niños desfilando y gritando “Casa o Muerte, ¡Venceremos!” Cuando Fidel Castro vino en visita oficial a Chile esta población fue uno de los lugares a los que acudió con el presidente Salvador Allende [1]. El campamento “Nueva Habana” se constituyó tras un largo proceso de organización barrial dirigido por múltiples comités de pobladores y llegó a tener grandes dosis de autonomía política: contaba con su propia escuela, su propia policía, su hospital comunitario etc.

Después vino el golpe, y como sucedió con tantas otras cosas, la violencia y la represión arrasaron con casi todo o con mucho, pero no con todo. Hoy los hijos y los nietos de esos pobladores, agrupados en el Comité de Allegados Don Bosco, están llevando a cabo una lucha por permanecer en esta población a pesar del alto valor inmobiliario de los terrenos, pues su localización casi precordillerana—es decir, por encima del smog, del ruido y la furia de la ciudad de Santiago—ha despertado el interés de capitalistas y especuladores de esa alta burguesía chilena de nombres vascos que ha mercantilizado derechos sociales como la vivienda y ha excluido del bienestar a la mayoría. Sin embargo, la dignidad de los vecinos de este barrio no está en venta y allí mismo han ocupado unos terrenos baldíos para demandar no tanto el derecho a recibir gratuitamente sus viviendas, sino a implementar alternativas autogestionarias que les permitan ser ellos, y no el mercado, quienes construyan su ciudad.

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