El daño que esa política está haciendo al tejido democrático lo podemos comprobar ahora mismo y lo constataremos en toda su dimensión cuando se haya pinchado esa burbuja de intoxicación informativa en la que el PP está metido y nos quiere meter a todos.
Algunos ya lo estamos haciendo al compás de los hechos, pero habrá que relatar en el futuro con sosiego, detalle y contexto la política de la mentira, el engaño y la constante voluntad de considerar a los españoles como memos, que con tanto ahínco está desplegando el Partido Popular incluso desde antes de llegar al Gobierno.
No se trata solo de que el PP no haya cumplido sus promesas electorales, es que ha ido en sentido contrario a lo prometido respecto del anunciado descenso del paro, la no subida de impuestos, el no recorte de las pensiones, el no ataque a la sanidad pública o la no agresión de la educación pública.
La rueda de prensa de Cospedal anacoluto sobre el finiquito, simulado, diferido, fraccionado, de Bárcenas es la síntesis más acabadamente esperpéntica de esa política de la mentira y de la tomadura de pelo.
Los circunloquios de pensamiento Floriano sobre el sueldo y tareas, aún por descifrar, de Jesús Sepúlveda; sus amenazas de querellarse contra todos, incluida la prensa japonesa, o los que dijeron que Bárcenas era malo cuando la consigna era decir que era bueno.
Las mentiras de Rajoy sobre su relación con Bárcenas, sobre el momento en el que el otrora admirado extesorero dejó de estar en el PP –si es que aún no sigue dentro–; los halagos a Camps –siempre estaré contigo, delante, detrás–, a Fabra –ciudadano y político ejemplar–; los elogios a Jaume Matas, convertido en modelo a seguir –quiero para España un gobierno como el tuyo en Baleares, dijo Mariano–, el cómo no ha dicho Rajoy ni una sola palabra que corrija lo afirmado sobre ellos después de que los tres hayan pasado por trámites judiciales por corruptos.
Los insultos de Montoro, así sea al decir que suben los sueldos, como que ocurrirán hechos fantásticos, o que el problema del cine español es que es malo.
Las mentiras de Bañez, capaz de llamar movilidad exterior a la evidencia de irse de España para buscar trabajo, sus reiterados anuncios de salidas de la crisis, hechos por la mujer que nunca trabajó. Los últimos datos sobre parados, manipulados por Soraya Sáenz de Santamaría...
En fin, la lista es interminable y toda ella responde a una misma estrategia: negar la realidad, mentir, enviar mensajes falsos, manipular a los ciudadanos, tomarles por tontos, eludir responsabilidades, cargar la culpa sobre los otros, sea el gobierno anterior o los propios españoles. El PP y sus mariachis mediáticos repiten hasta la náusea un catálogo de mentiras, intoxicaciones y negaciones de la evidencia.
El daño que esa política está haciendo al tejido democrático lo podemos comprobar ahora mismo y lo constataremos en toda su dimensión cuando se haya pinchado esa burbuja de intoxicación informativa, de creación de clima de opinión, en la que el PP está metido y nos quiere meter a todos.
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